Crónicas de una Cantina…
Adiós Chamana.
“…¡Quién pudiera reír como llora Chávela!...”
Desde hace mucho tiempo la vida bohemia me ha llamado la atención,
esa forma descuidada de ver la vida de un modo diferente, relajado, disfrutando
de placeres y lugares fuera de horarios comunes, profundizar en cualquier tema
sin importar las críticas, pero siempre afrontándolas de manera directa y
desgarbada; de que siempre exista una
incertidumbre creativa a punto de estallar, con la seducción continua de encontrar
y construir nuevas y emocionante anécdotas… Pfff… tal vez he idealizado la
palabra y un concepto, pero el punto al que quiero llegar es a identificar ese
tipo de personas, los bohemios de verdad, esos que han creado y mitificado
estilos de vida…
Antes de continuar, seria excelente identificar que es la “bohemia”;
El término hace referencia a la cultura de los gitanos, tradicionalmente
llamados «bohemios» en Francia (en francés: bohémien) por haber llegado
desde la región de Bohemia, en la actual República Checa. Se refiere a un modo
de vivir de ciertos sectores socioculturales con una escala de valores
diferente a la de la sociedad sedentaria y burguesa, en particular artistas e
intelectuales.
El término como tal: Bohemia
aparece por primera vez en el siglo XIX en la obra del romántico Henri Murger Escenas
de la Vida Bohemia ("Scènes de la Vie de Bohème")
Y hoy quiero escribir acerca de un icono de ese estilo de
vida, quiero escribir y compartir acerca de Chávela Vargas.
Cuando pasas tiempo fuera de tu país, tu sentimiento
nacionalista te hace valorar (muchas veces forma desproporcionada) las cosas
comunes de tu país, notas esos matices que nos hacen únicos y que nos hacen
sentir orgullosos, te das cuenta que cada vez perdemos más identidad por querer
parecernos a alguien más… queremos ser más “americanos”… queremos vivir su música,
sus costumbres, sus marcas, sus productos… y descuidamos lo nuestro. Un caso
singular podría ser el de Chávela Vargas.
Esta cantante histriónica, a mi forma de ver, reúne perfectamente
la definición de ese estilo de vida, sin ser excelsa, reunía unas cualidades únicas
que no se aprenden en escuelas de arte o de canto, sino simplemente la cualidad
de hacer las cosas auténticas y con sentimiento, tal vez en esas dos cosas
radica la diferencia que los hace trascender. Como una vez lo escribí acerca de
Lila Downs: “La Belleza y el Privilegio de ser Diferentes”
Irónicamente, me da la impresión de que fuera de México, Chávela
era más valorada y reconocida de lo que era en México; era vista como un gran icono
cultural, no faltaran los pseudointelectuales que ahora se agarren de su imagen
y presuman lazos con ella o que realicen falsos homenajes… la primera ya salió, la supuesta sobrina que “conoce”
todo acerca de su tía… pobre Chávela, se
retorcería en su tumba solo de imaginarlo. Por cierto, contrario a lo que
pensamos, Chávela no era Mexicana, ella nació en Costa Rica, pero por convicción
propia adquirió la pertenencia a México.
Entre este tipo de personajes bohemios, parece que existe una
conexión, tal vez esa conexión se deba a que solo entre ellos mismos se sienten
normales, tal vez entre ellos viven en una extraordinaria normalidad, sería
interesante formar parte de una tertulia entre personajes de este tipo, o tal
vez solo los estoy idealizando, pero una muestra de esto puede ser la devoción que
le tenían Sabina y Almodóvar a Chávela, gente en “apariencia” más auténtica y
sin necesidad de fama o reconocimiento que al parecer expresa sus sentimientos
por la persona y no solo por la inercia del evento.
Ha sido tanta la admiración de Sabina hacia Chávela que
incluyo algunas frases de ella en sus canciones, ha sido más auténtica su admiración
que valora y escribe acerca de sus reuniones, de cómo fue su interés de querer
conocerla, de manifestarla como una de sus referentes y amigas cercanas, deja a
un lado las falsas poses estilo paulina rubio (si, escrito como es ella, con minúsculas),
que anda llorando en twitter la perdida de esa señora…
Hace un par de días, Sabina le ha dedicado una columna en el
Diario el País a Chávela… transcribo un par de párrafos:
“…Será difícil, por ejemplo, olvidar cómo la conocí. Fue una
noche de hace unos veinte años, en Madrid, en la sala Morasol. Dijo: “Yo vivo
en el bulevar de los sueños rotos”. Y yo tuve que escribirle una canción con
esa frase. Ya se había recuperado de su alcoholismo. Calculaba que había bebido
algo así como 1,8 millones de botellas de tequila y solía decirme cuando me
veía beberlo a mí: “Joaquín, ese tequila tuyo es muy malo; el bueno de verdad
ya nos lo bebimos José Alfredo Jiménez y yo”. Al conocer la triste noticia, que
todos veníamos anticipando, he sentido la necesidad de bajar al bar a tomar uno
a su salud, aunque el brebaje sin ella siempre será de los malos.
Aquella primera vez, pedí a Pedro Almodóvar que nos presentara. Al acercarme, escuché cómo él
le contaba quién era yo, pues Chávela no tenía la menor idea. “La admiro desde
niño”, le dije. “Yo también le admiro mucho a usted”, contestó. Ante la
mentira, exclamé. “Vete a la mierda”. Nos fundimos en un largo abrazo que nunca
aflojamos hasta ayer mismo, incluso aunque no pudiéramos vernos en su última
visita a España, un viaje que quizá no debió hacer, pues no estaba en
condiciones. Entonces, yo estaba de gira y a ella la ingresaron en un hospital.
Con su desaparición se pierde una manera de cantar llorando, un quejío
inigualable, una expresividad fuera de lo común. Unos cojones y unos ovarios
nunca vistos en la música popular desde la muerte de Roberto Goyeneche. Ella no
vendía una voz, vendía un estilo. Era una maestra en perder la primera al
tiempo que ganaba lo segundo. Algo en lo que yo, sin duda, tengo mucho que aprender.
En estos momentos de pérdida me digo, como en la canción: ¡Quién pudiera reír
como llora Chávela! Y recuerdo estas palabras de Almodóvar: “Desde Jesucristo
nadie ha abierto los brazos como ella…”
El destino es caprichoso y a veces más para personajes con experiencias
magnificadas como las de ellos. Hace un tiempo una revista muy “rosa”, de esas
que no tienen nada que ver con cosas auténticas, de esas que están más
preocupadas por el outfit del momento, le hizo una entrevista a Chávela, en
todo momento quisieron darle un toque solemne, pero Chávela dándose cuenta de
la falsa modestia y esos toques intelectualoides dignos del mejor hipster, decidió
tomar la batuta, e irónicamente hizo un texto a modo de obituario… hoy al releerlo
me doy cuenta de su valor, imagínate tener la capacidad de escribir en unas líneas
tu modo de vida, lo que hiciste y como eras, es una oportunidad que no tendremos
todos los mortales.
Transcribo 100% lo escrito por ella… no hay mejor despedida.
Obituario de Chávela Vargas
Por: Chávela Vargas
Si, viví hasta el final en San Joaquin de las Flores, en Heredia una provincia de Costa Rica. Nadie se
pierde allí, en ese pueblo de un metro cuadrado. Cuando me preguntaron por mi
vida, amores e historias, siempre respondí con otra pregunta: Díganme la
dirección, tuve vida, amores e historias por país, por lugar, por calle.
Si se tratara de España, a mi esa Península me corre por las
entrañas, la adore. La camine y un gitano me llamaba: Chávela, allí está tu
calle! Dos cuadras después, una placa en el edificio esquinero escribe:
"Calle Chávela Vargas", en la noche, dos gitanas pasan y tiran
claveles. Mis amigos están allí, son tantos, Pedro, Macarena Rey, tantos.
México fue mi hogar. Claro, siempre seré mexicana tuve
papeles. Yo adopté mi pasaporte. Pregunte a cualquiera, hasta a la Muerte le
canté rancheras. En tierra azteca se corren rumores de que la Chávela era de
Acapulco, otros, dicen que era de Monterrey. Viví en casa de Frida (Khalo),
tomé todo el alcohol con Diego (Rivera). Comentan que inspiré a Juan (Rulfo);
llore con Agustín (Lara). Ellos murieron. Ahora me tocó a mí
Seguiría con la geografía, pero hay que aceptar el domicilio.
Nací en Costa Rica. A nadie le importa, a mí me duele. Siempre se detuvo el
tiempo cuando toqué suelo tico. Me fui a México, como las otras, huyendo, aún
niña. Allí lloré con Yolanda (Oreamuno) las mismas lágrimas de quien vive el
destierro de la apatía.
Cuando necesitaba desacelerar el paso del tiempo venía a
Costa Rica, a San Joaquín, donde vive mi familia. Allí nada sucede, sola comí,
leí, dormí, pensé. No hubo más que resentimiento. No fui nadie allí. No existí.
Fui un ser rarísimo que no existió. Desconcertante. Se hablaba de mí sin
hablar. Allí aprendí la soledad de Neruda. Me encontré mil veces recordando a
Lorca:
Soledad de mis pesares
Caballo que se desboca
Al fin encuentra la mar
Y se lo tragan las olas…
Pedro (Almodóvar) anda con la idea de un homenaje, él sabe
que lo amo, cuando nos reuníamos me torcía la mirada si Miguel (Bosé) se pasaba
con los besos. Ambos quedaron claros de quién es la que los amó. Pedro fue mi
amigo, me lo llevé en el alma. En México ya nos reunimos todos, el homenaje a
mi voz fue en septiembre. Aunque me dejó tirada en cada borrachera, amé a
Joaquín (Sabina), siempre juntaba papeles sucios en los bares para escribirme
cartas de amor. Sí, del suelo. Arrugados. Siempre me mandaba recados con
cochinadas. Chávela: "voz de rayo de luna llena". Nos amamos. Amé a
su esposa. Mi lengua libre fue amiga y enemiga, por ella hoy mi cuenta está en
cero: sin deudas. No le debo nada a nadie. Ya dejé el bulevar de los sueños
rotos. Lo que quise hacer lo hice: soy Chávela Vargas. La Vargas.
Mi Gabo. Con él almorcé una vez al año en cualquier país,
hasta casi el último momento, aunque tenía dos años de no buscarme. Cuando me
llevó a Aracataca entendí que Cien años de soledad se escribió sola, cada
rostro de esa Macondo fue retratado en las cuatrocientas tantas páginas.
Quiero que mis amigas mexicanas me recuerden en un atardecer.
Que me vean tranquila. España, que no olvide mis borracheras y los días con
canción. Nadie más va a contestar cuando la llamen “Chávela, yo espero verte
llegar por Sevilla!!” en una tarde de toros.
Que las feministas no me lloren. Que no me salgan con
películas documentales, si no es Pedro, no es ninguno. Ya que no me hablen de
moral, no es ni doble ni triple, eso ya pasó de moda. Hoy es moral o pornografía.
No me llevé nada más que mi alma y mis recuerdos. Me fui en
un ataúd, que es lo que se usa. No había otra cosa en qué irme, porque estaría
fuera de moda. Dirían: "¿y eso? ¿Chávela invento irse en otra cosa?, seria
horrible.
En las manos llevo la gloria. Yo me he muerto sin agonía.
Morí de pie en un escenario, gritando La canción de las cosas simples. Como
soy. Como fui. Todo el dinero lo regalé. No traje nada. No dejé nada. No cargo
arrepentimientos. Siempre cociné espantoso, ¡qué desmadre era cocinar! Solo en
Costa Rica cociné, siempre me dieron buena comida en el resto de los destinos.
Soy una mujer. Orgullosa de ser mujer. Eso no se pierde con
la muerte. No me hubiera gustado ser macho. Pasé muchas amarguras por mi
carrera, pero todas las olvidé cuando alcancé la gloria. Mi vida la pasé
peleando por tener y por no tener. Por cosas hermosas y feas. Cosas que no
existen. Hasta que no tuve por qué pelear. Por eso, ya no estoy. Este ya no es
mundo mío.
Una vez Salí de los infiernos, pero lo hice cantando; lo hice
ayer, hoy lo vuelvo a hacer, esta vez más fuerte: gritando una de José Alfredo
(Jiménez). Un balazo y tres tequilas. No tengo dirección. Soy de todas partes y
de México. Mi domicilio es desconocido. Canto. Canté. No hay más que una Chávela.
La Vargas.
…
Hoy leí en un periódico:
“De acuerdo a su filosofía, Chávela Vargas no murió,
trascendió y se despidió como las grandes: abarrotando el Palacio de Bellas
Artes, el máximo escenario cultural de la capital”
… no sé qué decir, suena tan
ostentoso para ella… quizá lo único que ella hubiera querido, es que le dedicáramos
el último trago de tequila en aquella mugrosa cantina.
Adiós Chávela.